

BUSCANDO A MR. REED
HOSPITAL PSIQUIATRICO DE CREEDMORE, LONG
ISLAND, verano de 1959. A través de pasillos que se bifurcan
y puertas que dan a otras puertas, el joven Louis Firbank, de
17 años, es escoltado por dos enfermeros hacia la primera
sesión de un tratamiento que -aseguran los médicos- le
ayudará a corregir su temperamento inestable. No sabe de
que se trata, pero está tranquilo. Piensa en otra aburrida
charla con algún psicólogo, o en todo caso en una perorata
moralizante y un par de pastillas que arrojará al inodoro. Sin
embargo, le extrañan dos circunstancias que al principio no
había advertido: cada puerta que atraviesan es cerrada a sus
espaldas por un guardia, y todas las ventanas están
enrejadas. Después de dar varias vueltas llegan a una sala
semivacía, con una camilla y una máquina. Alguien le ordena
que se quite la ropa. Ese mismo alguien (u otro) lo ayuda a
recostarse y lo ata con firmeza a la camilla.
El joven intenta una protesta, pero una enfermera angelical
le susurra al oído unos cuantos elogios que consiguen
tranquilizarlo, también le aplica una pomada en las sienes,
donde fija dos gruesos cables a cada lado y le introduce una
pinza en la boca, "para que no te tragues la lengua", le dice
con una sonrisa. Después lo dejan solo. Está así, tumbado,
pensando en lo raro que sería tragarse la propia lengua,
cuando lo fulmina una descarga de voltios suficiente como
para derribar a un boxeador pesado. Al recuperar la
conciencia piensa que se ha convertido en un vegetal. No
puede hablar, no puede concentrarse, tiene problemas de
orientación. Cuando termina el tratamiento, después de ocho
aterradoras semanas de electroshock, el joven Reed escribe
en su libreta de apuntes, con letra caligráfica: "odio a los
psiquiatras. ODIO A LOS PSIQUIATRAS, ODIO A LOS
PSIQUIATRAS". LOU Nº1 EL ROCKER DIPLOMADO

Cuarenta años más tarde, Lou Reed está sentado en el
vestíbulo del Hotel Meridien, en Barcelona, esperando que
los técnicos terminen de montar el escenario donde esta
noche ofrecerá un recital. Es bajito, cuadrado, y cuando
sonríe parece gracioso. El problema es que no sonríe nunca.
Mira fijamente a los ojos de su interlocutor y mantiene una
postura que podría describirse como una cordial hostilidad,
como si quisiera recordarle a su eventual invasor que detrás
de esa quieta cortesía se esconde un doberman rabioso
capaz de aniquilar a su presa. Es evidente que no le gustan
los periodistas, ni las grabadoras, ni las preguntas sobre su
vida privada. Demasiados años ejerciendo de Lou Reed.
Su presencia en Barcelona coincide con la exhibición en el
Festival de Cine de San Sebastián de Rock´n´Roll Heart, un
documental sobre su vida dirigído por Timothy Greenfields
Sanders, pero ni siquiera ese acontecimiento ha servido para
que acceda a conversar formalmente con la prensa. Por lo
demás, ni la película, ni el propio Lou Reed se muestran
dispuestos a ventilar sus cosas en público. En verdad el film
es casi una versión esterilizada de uno de los mitos más
oscuros del Rock & Roll. Quienes desean caminar por el
lado salvaje del artista, parece decirnos el director, no
tendrán más remedio que al menos echarle una hojeada a
Transformer, la monumental biografía de Reed
(cuatrocientas páginas casi sin fotos) escrita por Victor
Bockris, uno de los acólitos de Andy Warhol en The Factory.
Mientras tanto, hay que aprender a leer entre líneas.
"Mis primeros estudios de música fueron con el piano
clásico. La primera vez que agarre una guitarra tenía 10,
11 años. Mis padres me llevaron a un profesor de
guitarra. Me mandaron a uno de esos tipos que están en
las tiendas de música, que venden instrumentos. Me
dijo: "Andate para casa y aprendé a tocar Twinkle,
Twinkle, Little Star". Yo le dije que no me interesaba, le
dí un disco de Carl Perkins y le pedí que me enseñara a
tocar esas canciones. El dijo: "Pero sólo son tres
acordes" Yo contesté: "Bueno enséñeme esos tres
acordes". Entonces el maestro me dio un cuaderno y
escribio los acordes, ya sabes, cómo poner los dedos y
esas cosas. Y eso fue todo. Esa fue mi primera y última
lección de música."
La primera parte de su vida es tan previsible como la de
cualquier estrella de rock & roll, tanto que incluye el
consabido odio a los colegios, los grupos y a cualquier otra
clase de autoridad. Sin embargo, el joven Reed se inscribe
en la Universidad de Siracusa y -detalle que convendría no
olvidar- se licencia en Literatura Inglesa. Eso no le impide,
desde luego, demoler la institución:
"Realmente odiaba la Universidad. Salvo Dlmore
Schwartz, un gran poeta, todos los profesores eran
estúpidos. Él había escrito un relato, In Dreams Begin
Responsabilites ( "Con los Sueños Empiezan las
responsabilidades" ), que es quizás el relato corto más
extraordinario que jamás haya leído. Era el ejemplo de
como se podía alcanzar un logro artístico de primer nivel
con un lenguaje sencillo. En esos años yo también
tocaba con algunos grupos de rock, pero eran
verdaderamente muy malos. Eramos tan malos que todas
las semanas nos veíamos obligados a cambiar de
nombre porque nadie quería volver a escucharnos. Pero
más que la música, lo importante fue conocer a Delmore.
Sólo por eso valió la pena la maldita experiencia en la
universidad."
La historia no autorizada habla de devaneos homosexuales,
de las primeras experiencias con la drogas y de alguna
inquietud seudomística, pero en general el joven Reed salió
de los claustros acádemicos convertido en un licenciado no
muy distinto de sus compañeros. Tenía un boleto para
Nueva York y 26 dólares en el bolsillo. LOU Nº 2
EL VANGUARDISTA
En este punto comienza el pantanoso camino de la leyenda.
Es muy probable que, junto con los Beatles, La Velvet
Underground sea el grupo que más haya influido sobre el
desarrollo del rock y el pop. Lou Reed lo sabe mejor que
nadie y no mueve un dedo por romper el mito, sobre todo el
mito personal. Elogia a John Cale, pero recuerda como de
pasada que la mayoría de los temas le corresponden por
entero. Admite que la aparición de Andy Warhol fue
importante para salir del anonimato, pero enseguida aclara
que las canciones más conocidas ya estaban escritas desde
mucho antes."Muchas canciones de la Velvet las escribí
cuando estaba en la Universidad. Cuando llegué a Nueva
York iba con John a la calle 125, en el Harlem, y
tocabamos en la vereda I´m Waitng For The Man y
Heroin. También hicimos una actuación en el café
Bizarre, del Greenwich, pero metíamos tanto ruido que
terminaron echándonos. Justo en ese momento apareció
Andy."

El centro de operaciones de Warhol, una gigantesca nave
cubierta de aluminio y habitada por toda clase de personajes
estrafalarios conocida como The Factory, le brindó a Lou
Reed la oportunidad de conocer un mundo a la vez
aristocrático y marginal, glamoroso y decadente; en
definitiva, un ambiente ideal para un joven de clase media
con vocación de rebelde. Ayudados por la indudable fama de
Warhol, la Velvet Underground se convirtió rápidamente en
una banda de culto.
El mismo aspecto de los miembros del grupo encajaba a la perfección con el paisaje de The Factory: la mirada pétrea de Reed, siempre oculta tras los anteojos negros; las figuras desgarbadas de Cale y Sterling Morrison, rematadas con singulares cortes de pelo; y, unos pasos atrás, de pie, una esmirriada Moe Tucker golpeando la batería como una posesa. "El grupo sonaba bien, pero lo mejor era la baterista", recordaría Warhol. "Con ella parada allí detrás, aporreando frenéticamente los tambores, con ese corte de pelo tan raro, uno se preguntaba todo el tiempo si era un chico o una chica. Ese aspecto andrógino de Moe era lo mejor de las actuaciones". Lou Reed, siempre atento a la imagen no olvidaría jamás esas palabras, con cierto rencor porque no se referían a él.

Posteriormente por discusiones internas del grupo, John Cale fue expulsado de la banda. Lou gobernó la banda por dos álbunes más. Finalmente Lou abandona el grupo, como hizo tantas veces con muchas cosas en su vida, sin dar mayores explicaciones.

El hecho de que bautizara el entorno de Warhol (todos los personajes de "Walk on the Wild Side" eran habitantes reales de The Factory: "Joe" era Joe D´Alessandro, actor-fetiche de las películas de Morrisey; "Holly" y "Candy" eran dos drag-queens de The Factory, etcétera) y los maquillajes de Bowie para relanzar su carrera bastaron para que la prensa se lanzara por primera vez contra él, acusándolo de plagiar descaradamente al inglés, y de malvender las historias de sus amigos de la Factory.
Cuarenta años después, la defensa de Reed suena casi a disculpa. "Siempre escribí sobre lo que me rodeaba y sería difícil imaginarse no haber escrito sobre todo lo que ocurría en The Factory. Además, se trataba de cosas que me interesaban". Frase que parece contradecir esta otra, recogida por su biógrafo: "Aquella etapa me sirvió para lo que tenía que servir. Quería ser famoso para convertirme en el mayor vendedor de basura del momento, y terminé por serlo, porque mi mierda es mejor que los diamantes de cualquier otro artista. Así que lo llevé tan lejos como pude y después cerré el negocio".

La verdad es que había algo en Lou Reed que no encajaba en la parafernalia glam. Su glamour era denso, como salido de los callejones más oscuros del Bronx, motivo más que suficiente para abandonar las lentejuelas por el traje de cuero.


Totalmente desquiciado por el exceso de speed, Lou Reed se tambaleaba por los escenarios dando patadas y zarpazos a un anemigo invisible, rebotando contra los altavoces, olvidándose las letras y llevando su físico a tales extremos que cada recital parecía que iba a ser el último. Lo notable es que cuanto más al límite llegaba Reed, más parecía disfrutar el público. Una encuesta de la época que intentaba sondear cúal habría de ser la próxima víctima mortal del rock lo ponía en segundo lugar, detrás de Keith Richards (de quien mucho se dice pero ya verán cómo nos entierra a todos).
La gente acudía a sus conciertos para verlo morir sobre el escenario.
La dramatización de una posible muerte en directo llegó a la cima cuando Lou decidió agregar un bonus a sus shows: La ejecución de un pico de heroína en público.
Así lo contaba Todd Tolcles, del Melody Maker, en su reseña del recital del 7 de diciembre de 1974: "Estaban por la mitad de Heroin cuando Lou sacó una aguja hipodérmica de su bota... Mientras la masa prorrumpía en vítores y gritaba "¡Muere! ¡Muere!", Reed se enrolló el cable del micrófono en el brazo, mientras se buscaba la vena. Cuando el que esto escribe se levantó para salir de la sala, Lou le entregó la jeringa a uno de los descontrolados fanáticos del público".

Interrogado sobre ese período, Lou Reed encoge los hombros, como si le hablaran de un pariente remoto que de cuando en cuando se encuentra en los velorios. "Realmente creo que no me parezco en nada al personaje que aparece en cada uno de mis discos. Simplemente en algún momento pensé que sería divertido ser ese personaje y lo fuí", explica con su mejor cara de póquer. Y agrega: "Aquella época fue para mí como una fisura temporal en movimiento", pensamiento eternamente profundo e inconcluso cuya propiedad esclarecedora aun está por descubrirse. Más directo sería en una entrevista con Danny Fiels: "Es fantástico, cuando peor lo hago más se venden mis discos. Creo que si ni siquiera estuviese presente en mi próximo álbum, sería un número uno".
La realidad adoptó la frase de inmediato.


De la noche a la mañana el animal del rock & roll se había convertido en el padrino del punk. Pero la realidad era más oscura. Las drogas, el alcohol, el insomnio casi permanente, las confrontaciones inútiles, habían puesto al cantante en el umbral del no retorno. "Aunque me lo tomaba en serio, ya no era capaz de distinguir los límites entre la vida real y esa vida. Quiero decir, durante mucho tiempo había habido tanta confusión entre la vida real y los paraisos artificiales que ya no era capaz de controlar la situación. En ese momento estaba caminando por la cuerda floja, realmente".
Lou Reed se acomoda los infaltables lentes y esboza una sonrisa. "Ahora tengo un mayor dominio de la escritura que cuando era un lunático. De todos modos, la escritura es un proceso muy extraño, que nunca alcanzó a comprender por completo. Yo quiero que las frases sean muy visuales, directas, que lleguen al ojo de la mente, y eso cuesta mucho trabajo. Raymond Chandler escrube "Esa rubia era tan agradable como un labio partido", pero es muy difícil escribir con esa eficacia. Yo paso todo el tiempo corrigiendo, quitando palabras, reduciendo al mínimo. Además de establecer un planteo, un nudo y un desenlace, tengo que darle con un martillo a las palabras para que todo sea fluido y conciso y llegue rápidamente al espectador, pero al mismo tiempo sé que el proceso de creación es esencialmente volátil. A veces empiezo a teclear y no me detengo a corregir, porque sé que si parara no podría recuperar las imágenes. Entonces tengo que seguir hasta el final y después eliminar lo que sobra. En eso estoy casi siempre."
No hay tiempo para más. Un asistente avisa que el escenario está preparado y la comitiva se pone en marcha. El bajista y el baterista viajan con los técnicos. Lou Reed se mete en un Cadillac negro con su guitarrista, Mike Rhatke. "¿Puedes concebir algo mejor que te paguen por tocar la guitarra?", pregunta antes de cerrar la puerta.

La cadencia de las canciones se hace tan lenta que el público aprovecha para intercambiar medallas. Un señor canoso jura que lo vió en Alemania cuando se lo llevaron preso desde arriba del escenario. "Tenía el pelo teñido de rubio y no paraba de insultar a los policías", le dice a su amigo, otro canoso cercano a la cincuentena, "Yo estuve en Madrid, cuando se marchó sin cantar", apunta otro "¡Menudo cabrón! Seis meses esperando para verle y coge y se marcha porque le molestan los flashes."



¿En Electra?
Sí, aunque sea un ejemplo un poco extremo. Yo no voy necesariamente tan lejos. Hablo más bien de esas familias a las que hoy podrían llamar "disfuncionales". Según mi experiencia personal, no hay nada más común que esas familias.
Después de una infancia semejante, ¿cómo te escapaste de esa vida chata en Brooklyn y Long Island?
Hablé un poco del tema en Small Town, en Songs For Drella. En la canción le presté mis sentimientos a Andy Warhol, ¿cómo puedes convertirte en alguien importante si vienes de semejante agujero?. Lo que le hacía decir a Andy coincidía totalmente con mi propia experiencia. Pero no es exclusivamente biográfico, si lo fuera realmente me negaría a hablarte de eso -como autor, callarme forma parte de mis prerrogativas-. En realidad, no puedo decirte exactamente cómo me las arreglé para para salir, pero creo que mis canciones pueden dar una respuesta. Si escuchás atentamente Forever Changed, en Song for Drella, vas a entender por lo que yo pasé. Hay una expresión popular en Estados Unidos: "How you gonna keep them down on the farm after they´ve seen París?" (¿Cómo vas a obligarlos a quedarse en la granja cuando ya conocieron París?). De la misma manera, ¿cómo se puede crecer cerca de New York sin tener ganas de vivir allí, de largarse de Long Island? Para mí, la salvación estaba a cuarenta minutos en tren.
En Blue in the Face hablás de la empresa de marcos de anteojos que hubieras podido fundar y que hubieras bautizado "Lou´s views"
Hasta traté de patentar mis anteojos. Asistí al lanzamiento de una nave espacial; un montón de sabios se sacaban los anteojos para poder mirar con los largavistas, se ponián los anteojos en la frente o los dejaban colgando del cuello. Yo solamente levanté los cristales y los dejé con la boca abierta, me preguntarón porqué no los había hecho patentar. Lo pensé. Me podría haber ganado la vida así, ya no hubiera tenido la necesidad de romperme la cabeza haciendo discos. Hubiera sido fabricante de marcos de anteojos (risas)...
Pero "Lou´s views" también significa "las opiniones de Lou". Sabemos que en tus discos muestras abiertamente tus opiniones, particularmente las políticas. Por eso en Sex with your Parents te ensañas con un tal Rush Rambo.
Su verdadero nombre es Rush Limbo. Lo llaman Rambo porque es uno de esos cerdos que no hicieron el servicio militar pero dicen que todo el mundo debería ir a la guerra. Un tipo que trabaja en la tele. No puedo soportar esa clase de energúmenos, siempre dispuestos a mandar a los idiotas al matadero. Es uno de esos conservadores que se la agarran con las mujeres, los chicos y los viejos, a los que más les cuesta defenderse -y eso no lo aguanto- . Todo me repugna de ese tipo de sujetos. Su aspecto físico, su manera de hablar, lo que representan. Esos tipos de la derecha radical son basura. Tenemos el caso de Newt Gingrich. La gente que lo conoce personalmente me dice que es aún más peligroso, que es muy astuto. Pero la situación es muy complicada. Miren lo que pasa con internet. Yo quisiera que tratarán el e-mail como el correo común -aunque sea electrónico sigue siendo correspondencia, nadie tiene derecho a meterse, y mucho menos el gobierno-. Pero algunos legisladores consideran que es como la televisión, que tiene que estar sometido a una reglamentación gubernamental. En privado te puedo decir todo lo que quiero, pero si pasa por el e-mail se otorgan el derecho de controlar lo que digo.
¿Pero la idea de proteger los derechos del ciudadano es apolítica?
Es verdad, en ese punto estoy de acuerdo con Gingrich, que se pelea por preservar el derecho a comunicarse libremente. Pero bueno, la mayoría de los republicanos se formaron bajo Nixon. Fijate en Robert Dole, su líder; para mí, ese tipo es una basura. Los republicanos son los responsables de la derogación de los beneficios sociales y, una vez más, son los pobres los que sufren las consecuencias. En cuanto a Robert Dole, decidió convertir a los artistas en chivos expiatorios, suprimir las escasas subvenciones -deben de rondar el 0,5 por ciento del presupuesto- que le dan al arte. Dole y Gingrich pretenden restablecer el equilibrio presupuestario suprimiendo esas subvenciones, es tan ridículo... Y cuando se comete un crimen particularmente horrible, Gingrich pretenden restablecer el equilibrio presupuestario suprimiendo esas subvenciones, es tan ridículo... Y cuando se comete un crimen particularmente horrible, Gingrich que la responsable es la sociedad permisiva. ¡Tonterías! ¡Como si no nos hubiéramos comido dos mandatos de presidentes republicanos es estos últimos doce años! ¿de quién se burla este Gingrich? Tiene una sola idea: sacarles el pan de la boca a los chicos pobres. Y encima pretende echarle la culpa de todos los males de la sociedad a la prensa, demasiado liberal para su gusto. Se hace el moralista y, paralelamente, firma un contrato con un editor que le va a aportar 4 millones de dólares. Buena jugada.
Se te ve muy enojado con todo lo relativo a tu país.
Realmente, no hay de qué estar orgulloso. Un país que explota a los niños, que ahorra a expensas de la cultura. Por suerte, todavía hay gente que piensa que la cultura representa el alma misma de un pueblo, que si el público no tiene la posibilidad de ver lo mejor -o lo peor- que los hombres produjeron en el medio cultural, se lo priva de algo esencial. ¿Qué les queda por admirar? ¿A los políticos? ¿Puede ser que un país tenga demasiados artistas? ¿Hay que tener miedo al arte? ¿Hay que desalentar a la gente que tiene ganas de pintar con el pretexto que algunos cuadros resultan chocantes?. Los cuadros que no provocan a la derecha conservadora me provocan a mí, de tan insípidos que son. Bueno entonces hay un equilibrio... por culpa de la derecha los museos cierran un día más por semana y las escuelas terminan las clases más temprano que antes. ¿A que jugamos? ¿Ya no queremos que la gente se acerque al arte? ¿No queremos que los chicos del ghetto tengan la posibilidad de ir al museo? ¿Que va a ser de los chicos si se tragan el presupuesto de la cultura?. Y ese Gingrich todavía tiene cara como para enternecerse con los valores familiares. Miremos más bien su propia familia... Y miremos a Nancy Reagan, que pretende solucionar el problema del aborto o del sida con abstinencia. ¿De qué planeta viene esa gente? ¿Qué es esta mierda?. Además, se llenan los bolsillos, los republicanos les vendieron armas a Irán: su hipocresía aturde. En Sex with your Parents quise definir de una vez por todas lo que significa la palabra "motherfucker" para mí.
El tono con el que cantas el tema es maravillosamente despreciativo. Bello ejemplo de dicción neoyorkina.
(Sonrisa)... Trabajé duro en eso, realmente duro. Retomamos el tema tres veces -es por eso que la canción se llama Part II-. Es extraño el efecto que provoca mi acento. ¿Te acuerdas de la canción de Kurt Weill, September Song, que grabé para su disco-homenaje, Lost in the Stars? Tenía que haber una parte recitada, pero los productores la cortaron porque decían que tenia demasiado acento de Nueva York. Tenían miedo que la canción demasiado "localista". ¡Como si fuera un problema! ¿Como vas a discutir con la gente así?
Para tí que vienes del mundo del rock, ¿existe una jerarquía entre las formas de arte?
Es un tema que me planteé seriamente. La gente dice: "El rock'n'roll apunta básicamente a los genitales. Si tenés ideas que apuntan arriba de la cintura, el rock'n'roll pierde su razón de ser, ya no vale nada. El rock´n´roll que piensa es una herejía"; otros dicen: "En el Rock'n'roll, las rimas y las aliteraciones son demasiado primitivas, no merecen ser consideradas, como verdadera literatura o poesía". Y otros aseguran que "La cultura popular no es verdadera cultura". Se olvidan que Shakespeare formaba parte de la cultura popular. Si estás demasiado obnubilado por estas cuestiones, no vas a ningún lado. No hay que tener en cuenta estas discusiones bizantinas, si no te vuelves loco, te dejas desanimar por esos especialistas pretenciosos que aseguran que, escribas lo que escribas, nunca va a ser tan bueno como la supuesta escritura académica. A mí me gusta el rock. Me gusta del rock lo que descubrí a los nueve u once años, me excita lo que escucho en él. Pero también me gusta escribir. Puede parecer pretencioso, pero lo digo desde 1966, o quizá desde 1965. Sólo que en esa época no me hacían este tipo de preguntas, la gente se cagaba en lo que yo pudiera pensar. Nadie sabía quienes éramos John, Moe, Sterling y yo. Hicieron falta años para que la gente se sacara de la cabeza la idea de que Andy Warhol era el guitarrista de la Velvet Underground. Cuando tenía que hablar de ese tema decía: "Porque me gusta escribir, y leer, y tocar rock´n´roll, seria genial poder combinar estos elementos sin que ninguno de ellos pierda su poder de estimulación". Yo no quería que nuestra música fuera perecedera, que formara parte de una moda pasajera, que se la pudiera tirar después de usarla, como un diario viejo. Hubiera odiado eso. Me siento feliz cuando la gente me dice que las grabaciones de la caja Velvet Peel Slowly and See no envejecieron. Cuando escucho una de esas canciones en la radio me parece que la pudiera haber grabado un grupo de ahora... Cuando salió esa caja, que desde entonces no volví a escuchar, tan solo contacte al sello con un experto, un fanatico de la Velvet que sabía dónde encontrar todas las grabaciones perdidas. Lo único que le exigí fue que hiciera cargo del sonido. Acepté colaborar con el proyecto sólo con esa condición -quería estar seguro de que quién comprara la caja tuviera el mejor sonido posible-. Había cosas ahí que nunca habían salido, ni siquiera como discos pirata. Sterling me dio sus archivos personales. Porque yo no tengo nada, ni siquiera esto (dibuja un cero en el aire)... En esa época, ¿quién hubiera pensado en guardar esas grabaciones? Nadie, salvo Sterling. El historiador era él, y es lógico si tomamos en cuenta su lugar de origen, su bagaje universitario: un especialista del lenguaje, de literatura medieval. El archivista ideal, el historiador nato. Sabía todo... Tenía un carácter difícil, pero era todo un personaje...
¿Cómo es posible que una canción tan linda como Countess from Hong Kong haya tardado tanto tiempo en salir?
No sabía que existían esas canciones, me había olvidado de todo.
Nunca te habíamos escuchado tocar la armónica.
No volví a escuchar esas cintas, entonces no sabría decirte quién toca la armónica, pero dudo de que sea yo -porque no sé tocarla-. Leí que yo tocaba la armónica y que me llamaba Louis Firbank. Tuve que escribirle a esa gente que estaba dispuesto a mandarles mi certificado de nacimiento. Antes me inventaba nombres falsos. Ahora, hay uno que se volvió oficial, Louis Firbank. La mentira está oficializada.
¿Porqué esa necesidad de sembrar mentiras detrás tuyo?
Tomé eso de Andy. Después las mentiras adquieren una existencia autónoma, no puedo sacarmelas de encima. En el Hall de la Fama del Rock´n´roll, escribieron "Lou Reed, nacido louis Firbank". Una mentira más (risas)...
¿Cómo viviste tu entrada al panteón oficial del rock norteamericano?
Me pareció maravilloso, estaba encantado. Estaba presente cuando admitieron a Frank Zappa, y Dion DiMucci (cantante del Bronx, que cantaba The Wanderer) estaba ahí -me dio la bienvenida- Fue emocionante.
En algún momento dijiste cosas absolutamente malvadas acerca de Frank Zappa.
No era en serio. No me gusta toda su música, pero si Zappa como persona, lo admiro por lo que hizo. Dije esas barbaridades sobre él porque yo era de la Costa Este y él de la Costa Oeste. En Nueva York éramos muy agresivos -de hecho, sigue siendo igual-... Me emocionó ser admitido en el Hall de la Fama del Rock´n´Roll, al lado de gente que siempre admiré: Chuck Berry, Little Richard, Dion DiMucci, Shirelles. Ser considerado digno de figurar junto a ellos representa mucho para mí. Se han escrito tantas cosas negativas de mí que ese pequeño honor me dio mucho placer. Es bueno que te levanten el ánimo así.
Durante la ceremonia tocaste una canción con John Cale y Moe Tucker.
Una canción escrita para Sterling, Last Night I Said Goodbye to my Friend. También escribí un artículo sobre su muerte. El fue quién conservó todos los recuerdos de la Velvet.
Win Wenders dice que tu canción Rock´n´Roll describe perfectamente la forma en que el Rock´n´Roll lo liberó, dándole la suficiente confianza en sí mismo como para afrontar su carrera artística.
El otro día hablé de eso con un amigo: el rock´n´roll no le llega a la gente sólo desde un punto de vista intelectual o espiritual, es algo físico -puede tener un efecto explosivo-. Cuando miro esos pequeños CD pienso que la gente debería desconfiar, no saben lo que hacen cuando se los llevan a la casa. Un disco no es una cosa inerte que pueda quedarse quieta en un rincón. Puede explotar, embrujarte o llevarte lejos -en el mejor de los casos-. Escuchar un disco no es como mirar un cuadro. Es algo físico, una experiencia que puede cambiarte completamente. Hablo de este poder en la canción Set the Twilight Reeling.
Ahí te comparas con un cantante soul. Pero aunque hayas retomado The Track of my Tears, la gente suele ver en ti al padre de la new-wave, o más bien de la no-wave.
Escarben un poco en lo que hago, miren un poco por debajo de la superficie (risas)... Considero a mí música casi como un blues urbano. me encanta el Rythm´n´blues -crecí escuchando esa música-. Si acaso pudiera cantar como Al Green, u Otis Redding, o James Brown cuando seguía siendo él mismo - y no la versión que circula en estos días-. ¡Otis Redding! ¿Quién sabe lo que podría estar haciendo hoy si estuviera vivo? ¿No es acaso Try a Little Tenderness uno de los mejores discos que jamás se haya podido grabar un ser humano? Escuchar eso es una experiencia trascendente. Después eres otro hombre.
Citas muy a munudo a Shakespeare en tus discos. En Legendary Hearts, hay un Romeo. En New York están Romeo y Julieta. En Magic and Loss, cantas "You can´t be Shakespeare and you can´t be Joyce". Finalmente en NYC man citás a varios personajes de Shakespeare e incluso te comparás con el Rey Lear.
Es coherente ¿no? nunca me había dado cuenta (risas)... La gente despreocupada por las letras no le va a prestar atención a Shakespeare. Y no me molesta. Espero que les guste la guitarras, el ritmo, el sonido. Otros tal vez se interesarán por las palabras y, en ese caso, las referencias son tan evidentes que muy probablemente las entiendan enseguida. ¿Cómo una persona civilizada podría no entender estas referencias? No me considero una persona culta, para nada, en relación a la gente que admiro, pero de todas maneras me parece normal que la gente sepa quines son Yago, Desdémona o macbeth. De hecho, es la base de nuestra cultura.
Entonces, en Rock´n´roll Heart cuando cantabas "No me gusta la Opera ni me gusta el Ballet, y los films de la Nouvelle Vague me hacen salir corriendo", ¿era un chiste?

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